Es muy probable que hoy te hayas tomado una “coca-cola”, que esta noche cenes un yogur o incluso un poco de queso de Roquefort y tal vez te endulces con un delicioso polo. ¿Sabías que todos estos productos tan cotidianos actualmente en nuestra mesa surgieron por puro azar? Son consecuencia de la serendipia. ¿Y qué es la serendipia? Pues la circunstancia de encontrar por casualidad algo que no se buscaba.
UN YOGUR BÚLGARO
Empecemos por el yogur, cuya palabra procede del turco “yougourt”, que significa espesar. Los búlgaros dicen que fue descubierto por accidente hace 4.000 años por las tribus nómadas de los Balcanes. Estas tribus cargaban su leche en pieles de animales, lo que propiciaba la aparición de bacterias que causaban la fermentación, produciendo, por tanto, el yogur.
Fue el médico búlgaro Stamen Grigorov quien, en el laboratorio de Ginebra donde estudiaba, analizó el yogur que contenía un cántaro de barro y descubrió el lactobacilo al que se le conoció como lactobacillus bulgaricus y streptococo thermophilus. El nombre bulgaricus se le puso en honor a su país de origen y así quedó asociado el yogur con los búlgaros. Al principio se vendía en farmacias, pero no sólo en Bulgaria. He consultado con mis mayores y en España, en los años sesenta del siglo pasado, era donde había que ir a comprarlos.
EL JARABE QUE ES LA CHISPA DE LA VIDA
Ahora tienes dónde elegir. Desde la original a la “light”, pasando por la “Zero zero”, pero la popular “coca-cola” iba a ser un jarabe. John S. Pemberton era un farmacéutico de Atlanta que, en 1886, estaba experimentando para tratar dolores digestivos cuando accidentalmente elaboró un brebaje que mezcló con agua carbonatada. Su sabor resultó muy agradable. La farmacia Jacobs fue la primera en comercializar el preparado a un precio de 5 centavos el vaso.
¿Y por qué la chispa de la vida se llama “coca-cola”? Según parece porque su creador utilizó la nuez de cola como base de la bebida. El éxito no tardaría en llegar, ya que en 1889 se firmó el primer acuerdo para embotellar “coca-cola” en todo el territorio estadounidense, dando comienzo al futuro modelo de negocio de la compañía en todo el mundo.
ROQUEFORT, UN QUESO DE ORIGEN ROMÁNTICO
Si formas parte de la legión de amantes de los quesos y el roquefort es de tus preferidos, lee atento su origen porque es de lo más pintoresco.
Este singular queso data del siglo IX y es emblemático de la región francesa de Aveyron. Cuenta la leyenda que tiene su origen en el resultado de la correría amorosa de un pastor, más proclive a gozar de los encantos femeninos que a cuidar de sus ovejas. Uno de aquellos días que abandonaba sus obligaciones pastoriles para entregarse al romance con una moza, dejó en una cueva su trozo de pan con una cuajada de leche. Cuando regresó de sus lances galantes, encontró que el hongo Penicillium roqueforti había hecho la magia. La cuajada de leche se había convertido en lo que hoy conocemos como queso Roquefort
Un queso que sólo puede ser elaborado en la mencionada región francesa con leche de oveja de la raza Lacaune.
POLOS, EL REFRESCO CONGELADO
Ahora que ya hemos entrado en la primavera y viene el buen tiempo, qué mejor que refrescarnos con un rico polo, otro de los dulces fruto del azar.
Nos tenemos que remontar al año 1905. Frank Epperson, un chaval de once años que vivía en San Francisco, se dejó olvidado en la calle un vaso de refresco con un agitador. Esa noche las temperaturas se desplomaron, cosa poco habitual en la zona, y el líquido se congeló con el agitador dentro. El chico lo probó, le pareció delicioso y lo compartió con sus vecinos. Pasado el tiempo, en 1922, solicitó la patente, concedida dos años después, y abrió un kiosco en un parque de atracciones donde los vendía a cinco centavos. Frank Epperson hizo de la casualidad su negocio. Así son las cosas de la serendipia.
